George Kelly

 

 


George Kelly estaba enseñando psicología fisiológica en Fort Hays Kansas State College en 1931. Era la época de la depresión y los trastos sucios. Al reconocer las penurias y sufrimientos de las familias granjeras de esta parte del centro-oeste de Kansas, decidió hacer algo más humanitario con su vida: decidió desarrollar un servicio clínico rural.
Imagínense, esta empresa era difícil económicamente hablando. Muchos de sus clientes carecían de dinero; algunos no podían acudir, de manera que tanto él como sus estudiantes tenían que  trasladarse continuamente a sus casas, a veces recorriendo trayectos durante horas.

                                                                    

En principio, Kelly usó el entrenamiento freudiano estándar que cualquier psicólogo licenciado recibía en esos días. Tenía a estas personas tumbadas en el diván, asociando libremente, contándole sus sueños. Cuando veía resistencias o símbolos de necesidades agresivas o sexuales, pacientemente transmitía sus impresiones con ellos. Era sorprendente ver cómo estas relativamente poco sofisticadas personas recibían fácilmente estas explicaciones sobre sus problemas. Era seguro que, dada su cultura, estas personas debían recibir como terriblemente raras las interpretaciones clásicas freudianas. Sin embargo, no era así. Aparentemente, las personas ponían su fe en él, el profesional.
No obstante, el propio Kelly no estaba conforme con las interpretaciones clásicas freudianas. Las consideraba un poco fuera de tiempo y lugar, como muy poco apropiadas para la vida de las familias granjeras de Kansas. Con lo que, a medida que pasó el tiempo, empezó a notar que sus interpretaciones de los sueños y demás se estaban volviendo cada vez menos ortodoxas. De hecho, empezó a hacerlas como ¡explicaciones! Sus clientes le escuchaban tan atentamente como siempre y empezó a mejorar lenta pero firmemente.
Empezó a creer que lo que verdaderamente le importaba a estas personas era que tenían una explicación para lo que les pasaba; que tenían una vía para comprender sus dificultades. Lo que importaba era que el “caos” de sus vidas desarrollaba un cierto orden. Y descubrió que, mientras que se aceptaba de buena manera cualquier orden que surgiera de una figura de autoridad, cualquier orden y comprensión que proviniera de sus propias vidas, de su propia cultura, era incluso mejor.
Aparte de estas introspecciones, Kelly desarrolló su teoría y su filosofía. La teoría vendría un poco después de una filosofía que llamó constructivismo alternativo, lo cual sostiene la idea de que si existe una sola realidad verdadera, la realidad siempre se experimenta desde una u otra perspectiva o construcción alternativa. Yo tengo una construcción, tú tienes otra, una persona al otro lado del planeta tiene otra, alguien que vivió hace tiempo tuvo otra, un científico moderno otra, cada niño tiene una e incluso alguien gravemente enfermo de la mente tiene una.
Algunas construcciones son mejores que otras. La mía, espero, es mejor que la de alguien que está severamente perturbado de la mente. La construcción de mi médico sobre mis enfermedades es mejor, confío, que la construcción que tiene del párroco de la comunidad. Sin embargo, la construcción de cualquiera nunca está del todo completa (el mundo es simplemente demasiado complejo, demasiado grande, para que alguien pueda lograr una perspectiva perfecta) Y la perspectiva de cualquiera de nosotros no debe verse completamente ignorada tampoco. De hecho, cada perspectiva es una perspectiva de la última realidad y tiene algún valor para esa persona en ese tiempo y lugares precisos.

Con razón, Kelly dice que existe un número infinito de construcciones alternativas que lanzamos al mundo, y si estas no funcionan, ¡podemos coger otras!