La teoría que hemos presentado hasta el momento puede sonar como muy cognitiva, con todos sus énfasis sobre constructos y construcciones, y muchas personas podrían argumentar que esto es precisamente lo primero que se critica en la teoría de Kelly. De hecho, a Kelly no le gustaba nada que le llamara un teórico cognitivo. Él creía que sus “constructos profesionales” incluían las ideas más tradicionales sobre percepción, comportamiento y emoción, así como sobre la cognición. Por eso, decir que no habla sobre las emociones es perderse toda la perspectiva de su teoría.
¿Qué es lo que tanto tú como yo llamaríamos emociones (o afectos, o sentimientos)? Kelly los llamó constructos de transición, dado que se refieren a las experiencias que tenemos cuando cambiamos nuestros puntos de vista sobre nosotros mismos o el mundo de un lado a otro.
Cuando de pronto nos damos cuenta que nuestros constructos no están funcionando bien, sentimos ansiedad. En ese momento, como dice Kelly, “estamos atrapados en el descenso de nuestros constructos.” Y se presenta con cosas tan triviales como dejar de anotar una dirección en tu agenda, hasta olvidar el nombre de una persona cuando se la vamos a presentar a otra; hasta un viaje alucinatorio repentino o hasta incluso olvidar tu propio nombre. Cuando las anticipaciones fallan, sentimos ansiedad. Si ya has leído algo sobre psicología social, puedes observar que este concepto es muy parecido al de disonancia cognitiva.
Cuando la ansiedad envuelve anticipaciones de grandes cambios que se aproximan a tus constructos nucleares (aquellos más importantes para ti), se vuelve amenazante. Por ejemplo, no te estás sintiendo bien. Vas al médico. Te chequea y menea su cabeza. Vuelve a chequearte. Se pone serio. Llama a un colega...Esto es amenazante. También lo sentimos cuando nos graduamos, al casarnos, cuando somos padres por primera vez, cuando la montaña rusa va a caer y durante la terapia.
Cuando haces cosas que no encajan con tus construcciones nucleares (con la idea de quién eres y de cómo debes comportarte) sientes culpa. Esta es una nueva y útil definición de la culpa, ya que incluye situaciones que las personas reconocen como productoras de culpa y aún así no encaja en los criterios usuales de ser de alguna manera inmoral. Si tu hijo se cae por un agujero, probablemente no es por tu culpa, pero te sentirás culpable porque el hecho viola tu creencia de que es tu deber como padre el prever cualquier accidente de este tipo. De la misma forma, los niños se sienten culpables con frecuencia cuando un padre se pone enfermo, o cuando se divorcian. Y cuando un criminal hace algo fuera de lo que usualmente hace; algo que el resto del mundo consideraría como bueno, ¡se siente culpable con respecto a ello!
Hasta ahora, hemos hablado mucho sobre cómo adaptarse cuando nuestros constructos no encajan muy bien con la realidad, pero existe otra forma de hacerlo: podemos intentar que la realidad se adapte a nuestros constructos. Kelly llama a este acto agresión. Incluye a la agresión propiamente dicha: si alguien critica mi corbata, podré mandarle a freír espárragos, en cuyo caso podré llevar mi corbata en paz. Pero también incluye lo que hoy se conoce como asertividad: a veces las cosas no son como deberían ser, y podemos cambiarlas de manera que encajen con nuestros ideales. ¡Sin asertividad no habría progreso social!
Una vez más, cuando nuestros constructos centrales están en el punto de mira, la agresión se convierte en hostilidad. La hostilidad es una manera de insistir en que nuestros constructos son válidos, no importa la evidencia de lo contrario. Algunos ejemplos podrían ser como el del boxeador retirado que aún defiende que sigue siendo el mejor; un tonto que se cree un Don Juan, o una persona en terapia que se resiste desesperadamente a reconocer que aún existen problemas.